En esta obra Niemeyer utiliza una nueva solución constructiva, no mas pizarras de hormigón apoyadas en pilares, acorde con el léxico arquitectónico racionalista, sino una bóveda parabólica de hormigón armado, estructura utilizada hasta entonces en obras de ingeniería como el hangar de aviones del aeropuerto de Orly, en París. Niemeyer se apropia, de manera cara, de las construcciones utilitarias al explorar sus rendimientos plásticos y estéticos. El uso de la bóveda parabólica permite que un único elemento sea superficie para la construcción del techo y de las paredes. Pero para concentrar la atención en la pintura mural de San Francisco, realizada por Candido Portinari, que ocupa toda la pared del fondo, él acorta la bóveda estrechándola hacia el altar.
El juego de luz entre el coro iluminado y la madera oscura de la nave es más un elemento que destaca la pintura mural. Es también Portinari el autor de la composición blanca y azul de azulejos que cubre la fachada posterior de la capilla. La utilización de las curvas y líneas oblicuas en toda la Iglesia (en la fachada y en el interior) crea un carácter asimétrico y flexible que testifica la libertad creativa de Niemeyer comprometido con la exploración máxima de las posibilidades plásticas y con las potencialidades escultóricas del hormigón armado.
Yurby Salcedo Pérez
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